Hoy es un día especial. Hace meses que no voy con una chica
a cenar a un restaurante.
Odio este tipo de citas. No me gusta comer delante de alguien
porque no me considero un tipo educado. Como rapidísimo y odio que pidan platos
para compartir. En las comidas siempre hay un gilipollas que dice que se pida algo
para compartir…
“¿Qué le hace pensar a ese capullo que yo quiero compartir
mi comida? Me comería cualquier cosa ahora mismo.”
Pero bueno, aunque no me guste demasiado la idea de ir a
cenar con ella, la verdad es que es bastante tonta y así tiene la boca ocupada
con lo que sea que vaya a pedir.
La cuestión es que son ya las diez y media de la noche.
Llevo esperando más de media hora a que llegue esta chica y no aparece. También
es cierto que sería una buena opción que me dejara plantado. Me iría a mi casa,
calentaría un tupperware con albóndigas que me sobraron del almuerzo y me
abriría un litro de cerveza para bebérmelo mientras veo una película.
Llevo mucho tiempo con ganas de ver “Wall-E”. La verdad es
que podría ver esa peli, me han dicho que está muy bien… Joder, cualquiera que
me viera solo en mi casa bebiendo cerveza y viendo “Wall-E” un sábado por la
noche pensaría que soy un cretino y que el suicidio es el siguiente paso.
Bueno, dejo de pensar en estas mierdas porque esta tía se
acerca por ahí. Mierda, ¿por qué ha tenido que aparecer? ¿Terminaremos a tiempo
para que pueda ponerme “Wall-E”?
-
¡Hola! ¿Llevas mucho tiempo esperando?
-
No, no te preocupes. Yo acabo de llegar en
realidad…
¿Por qué siempre preguntan si llevo mucho tiempo esperando?
Es obvio que sí. Quedamos hace
40 minutos y estoy aquí como un capullo esperándote, pero siempre soy educado y
respondo que no. No le voy a dar esa satisfacción. Que le jodan.
-
¿Pasamos adentro?
-
Sí, sí. Aquí hace un poco de frío en realidad…
He dicho dos veces “en realidad”. ¿Qué coño me pasa? Putas
coletillas. Al carajo.
Ahora que me fijo, este sitio parece un poco cutre… Odio que
los restaurantes tengan televisiones, aunque estén apagadas; es una manía. Cuando
estaba en el instituto, tuve que comer todos los lunes y miércoles a lo largo
de un año en un bar y siempre tenía problemas con los televisores. La gente
solía subirle el volumen para enterarse bien de lo que decían en el programa de
mierda que estuvieran viendo y era realmente imposible tener una conversación
con mi hermano, que era el que me acompañaba normalmente.
Le contaré la anécdota a ella y ya tengo tema de
conversación por un rato.
…
-
Pues eso, la verdad es que el simple hecho de
ver una televisión en un restaurante me pone enfermo.
-
Ah…
Esta tía no muestra interés por nada. ¿Qué le ha pasado a su
cerebro? Tampoco es tan mala la historia, a mí me haría gracia.
Lo que faltaba, hay una hormiga en mi plato.
-
Hay una hormiga en mi plato.
-
¿En serio? ¿A ver?
-
Sí, sí. Mira.
-
Eso no es una hormiga, ¿no?
-
A mí me parece una hormiga, ¿eh? No sé, ¿le digo
algo al camarero?
-
Coméntaselo.
-
Ya pensaba decirle algo por el vaso de todas
maneras, la verdad es que está sucio.
A ver si pasa un camarero de una vez, hace un buen rato que
no veo ninguno... Ahí está.
-
Perdone, ¿puede venir?
-
Dígame.
-
Hay una hormiga en mi plato. ¿Le importaría
traerme uno nuevo?
-
¿A ver?
-
Mire, mire.
-
No sé qué decirle, aquí se han podido quejar de
alguna mosca en alguna ocasión. Pero una hormiga…
-
¿No la ve?
-
Bueno, le cambiamos el plato.
Hijo de puta. Me ha discutido lo de la hormiga delante de
ella. ¿Qué me está contando de que es la primera vez? ¿Y a mí qué coño me
importa?
-
Todo te tiene que pasar a ti, ¿no?
-
Será cosa del karma o alguna mierda de esas…
-
Será, será…
-
Creo que paso del postre, seguro que me toca la
cucaracha y es la primera vez también. ¿Nos vamos?
-
Sí.
…
[Le doy un beso]
-
¿Sabe demasiado a hormiga?
-
Eres un cerdo.
Me voy a quedar con las ganas de “Wall-E”.