Anoche tuve una pesadilla:
Me quedaba encerrado con "T" en un ascensor. De repente se puso todo oscuro y el ascensor empezó a caer a una velocidad acojonante.
En el mismo ascensor había una pequeña puertecilla por la que cabía una persona, que curiosamente daba a un campo lleno de cactus, rosales y plantas llenas de púas.
Al final decidí tirarme por la puertecilla y aterricé sobre los matorrales llenos de pinchos, jodiéndome vivo de dolor al aterrizar.
Creo que tengo una fobia extraña a los ascensores. Cuando me monto en uno me agobio un poco y tal, pero no pasa nada. Sin embargo, son para mí como un símbolo de estar aprisionado o algo así. Me ponen enfermo.
Curioso tema el de las fobias.
Hace bastante tiempo me dio una paranoia bastante extraña que consistía en procurar no andar demasiado por la acera.
Esto es de ser imbécil, pero todo tiene su explicación:
De pequeño, yo vivía en un noveno piso, y tenía una obsesión enfermiza por arrojar cosas por el balcón y ver cómo caían. Era un pequeño hijo de puta.
Pues bien, empecé a pensar en esa historia y me di cuenta de la gravedad de la situación: "La gente tira cosas por las ventanas."
Pues nada, al salir de mi casa al día siguiente, no podía evitar ir mirando hacia arriba de vez en cuando, estableciendo un perímetro de seguridad con respecto a las paredes de los edificios y observando las sujecciones de todas las macetas que colgaban de muchos de los balcones.
En cierta manera las fobias nos definen, y éste es mi caso particular, el de un capullo.
Si me paro a analizarlo detenidamente, me doy cuenta de que en parte tengo miedo de mí mismo, por poéticamente absurdo que resulte.
El miedo a que me partan la cabeza con una maceta es mi reacción posterior a haber sido un niño cabrón, y probablemente mi fobia a los ascensores sea una especie de metáfora maligna en cuanto a mis relaciones con las personas y mis propios problemas sociales (eso de quedarse encerrado en un ascensor con varias personas que miran al vacío, me resulta gracioso y horrible a la vez).
Con el tiempo conseguí quitarme el miedo a andar por la acera, pues era bastante probable eso de morir atropellado.
A fin de cuentas, esta vida se resume en elegir entre lo malo y lo que es peor.