lunes, 27 de junio de 2011

Enamorarse

Últimamente he estado pensando que sería precioso poder enamorarme de verdad.
Supongo que estaría bien tener a alguien con quien pasear o simplemente tumbarte en la cama para escuchar un poco de música. Tampoco pido demasiado.

No puede ser tan difícil, y sin embargo reconozco que he estado bastante reticente desde hace
algún tiempo a mantener una relación, la mayoría de las veces por alguna gilipollez.

Hace tiempo, estaba tomándome una cerveza con una chica:

-Odio Star Wars. -dijo ella, de repente.
-¿Qué?
-Odio Star Wars. ¿Tú no? Creía que no te gustaba...
-¿De qué estás hablando? ¿Cómo puedes odiar Star Wars?
-Simplemente no me gusta. ¿Has visto las naves? ¡Son falsísimas!
-¿Hablas de la película del 77?
-Sí, sí. Horrible.
-¿Qué película sugieres?
-No sé, me encanta Avatar.

Ese fue el último día que nos vimos. 

sábado, 4 de junio de 2011

Fiesta familiar

Hace poco ha sido la primera comunión de mi hermano pequeño.
Llevaba 10 años más o menos sin pisar una iglesia, así que entré con miedo a que las paredes se pusieran a sangrar y me salieran un par de cuernos. Gracias a dios (nunca mejor dicho) eso no ocurrió, y estuve lo justo y necesario allí dentro.

Ir a la iglesia es lo más parecido a ir al gimnasio que he hecho desde hace mucho tiempo. Para empezar, me moría de calor con el traje y no paraba de sudar. Esto sería el equivalente a una sauna, vamos.
Para seguir, el cura no paraba de hacer gestitos cada dos por tres para que nos levantáramos y nos sentáramos. Oiga, ¿para qué coño están los bancos? ¿Se trata de un programa especial para compaginar religión y ejercicio?

Otra cosa que me llamó la atención fue que siempre había alguien un poco perdido, mirando a los demás a ver si estaba haciendo lo correcto o si debía sentarse o levantarse (yo el primero, por supuesto).
En una ocasión, el cura dijo algo de darse las manos. Y eso ya fue el caos. Unas filas cogidas de las manos, otras mirando qué hacer...
Un señor vio que la mayoría no estaba de la mano y se la soltó al de al lado. El tipo pensaría:

"A tomar por culo, si el cura no lo dice, ¿para qué coño le voy a coger la mano a éste?"

Hilarante.


Hubo un momento realmente incómodo para mí.
Yo me había distraído mirando hacia el techo un momento, y para cuando volví en mí estaba todo el mundo dándose besos y diciendo: "La paz sea contigo."
A mi izquierda había un señor que no conocía de nada y se me quedó mirando.

-¿Es realmente necesario? - le pregunté.

El señor negó con la cabeza y miró hacia delante.


Por supuesto, yo no era el único que tenía interés por que acabara la misa. Hubo "familiares" (entre comillas porque no estoy al cien por cien seguro de que compartamos un solo gen) que aparecieron directamente en el banquete. Esto es, sin duda, una postura inteligente. Me imagino que algunos se habían metido demasiado en el papel religioso... En el papel de Judas, por supuesto.
Bueno, dejémonos de chistes religiosos, que ni siquiera a mí me hacen puta gracia.

Estoy sentado por fin en la mesa del número que me han asignado. En la lista de invitados (visible para todo el mundo) leo mi nombre en primer lugar. Pone "Antoñito".
Mi padre me dijo que me iban a sentar con un montón de chicas guapas y despampanantes, y en la lista pone "Antoñito". Una broma pesada, imagino.

Aquí entran en juego algunos de los puntos bonitos que tienen este tipo de celebraciones (no hablo de la barra libre).
Cuando se sienta todo el mundo en la mesa, me doy cuenta de que más o menos conozco a todos. Pero a la mayoría (todas chicas) hacía 10 años que no las veía, porque son de Sevilla y no nos vemos nunca. Para mi sorpresa estaban muy crecidas. Y no sólo ellas, también las chicas.

Me senté en la mesa entre uno de mis primos y mi hermano, y empezamos a beber.
No paraban de traer vinos y jarras de cerveza y tinto, así que a partir de aquí mis ánimos empezaron a cambiar, por no decir otra cosa.

Al rato se me acercó una amiga de mi padre, diciéndome que me fijara en su hija y que hablara con ella.
Le dije que sí para que se callara (espero que no lea esto), y seguí a mi rollo.

Al cabo del rato volvió a aparecer, y no sólo una vez, sino varias. Su hija, de unos 15 años, no paraba de mirarme sonriendo y la situación estaba empezando a incomodarme un poco.

-¿Te has fijado en las pechugas que trae?- me decía.

-Eh... No, no. La verdad es que con las prisas no me ha dado tiempo a detenerme.
-Pero qué soso eres, de verdad. Con lo guapa que viene mi hija...
-Tiene 15 años, pero que si quieres me la follo aquí mismo. ¿No te jode?
 
Lo último no lo dije.
 
En fin, el resto del día fue genial, para qué mentir. Me lo pasé muy bien, estuve con mucha gente, incluyendo primas lejanas con las que no guardo parentesco alguno.
Me resulta gracioso ver cómo una fiesta religiosa de este tipo puede llegar a convertirse en una orgía.

-¡Hasta luego! -me despedí de las chicas.
-¡Adiós, Antoñito!