
Por desgracia, viajo bastante en tren, y últimamente tengo que imprimir los billetes del tren en la misma estación, porque me he quedado sin tinta en la impresora y los cartuchos son un puto robo.
Total, que para imprimir el billete suelo tener que hacer cola en la ventanilla de la estación (y esto implica tener que salir 30 minutos antes). Pues nada, que todos los fines de semana la misma historia.
Me pongo en la cola, con mi billete previamente reservado y el código escrito en un papelito, para nada más llegar mi turno, entregar el papel y decir: "Para imprimir el billete, por favor."
Los demás, por regla general, hacen todo lo posible por sacarme de quicio.
Como cojo el tren los domingos a más o menos la última hora, casi siempre hay un cartel pegado en el cristal de la ventanilla de manera visible, que dice: "BILLETES CÁDIZ-SEVILLA AGOTADOS"
Bien, pues hay una persona discutiendo con el encargado:
-¡Pues tengo que coger el tren! ¿De verdad que no quedan billetes? ¿Ni el siguiente? ¿Qué hago?
-No, de verdad que no. No hay más. Cómprelo para mañana.
Mientras tanto, los que están detrás del individuo en cuestión, se quejan:
-Joder con este tío. ¡Que es para hoy! ¡Venga!
Porque claro, en lugar de escuchar el problema del otro y estar atento por si te concierne, es mejor dar por culo.
Y sí, cuando le llega el turno al siguiente, que ha estado rajando del anterior, se dedica a hacer el capullo de la misma manera:
-Jooo... ¿De verdad que no quedan? ¿Y yo que hago ahora? Me están esperando en Sevilla...
Y para colmo alguna que otra señora se apoya sobre el marco de la ventanilla, intentando dar pena o no sé qué.
¿Tan difícil es hacer las cosas bien? Luego nos quejamos de la administración.
Las colas tienen la habilidad de sacar a la luz nuestro instinto asesino.
Me hace mucha gracia cuando alguna vez se me cae algo y tengo que moverme un poco. Cómo la gente mira con caras que son una mezcla entre desesperación y violencia.
Digo yo que podrían disimular un poco sus deseos de que te vayas.
Lo mejor es cuando te encuentras con un amigo que está más adelantado en la cola y te paras un rato a charlar. Para cuando te has dado cuenta, ya están todos los de detrás planeando cómo asesinarte o algo peor.
De todas maneras, es cierto que hay mucha cara dura suelta. Hace poco me pasó algo extraño en el supermercado.
Estaba haciendo la compra, dispuesto a pagar en caja ya, cuando llega una señora con una caja entera de barritas para cagar o algo así. Mi teoría es que llevaba unos cuantos días estreñida y necesitaba desatascarse el recto.
La señora se puso a mi lado. Estaba nerviosa, agitada, con ganas de cagar (me imagino), y yo le veía las intenciones.
Empezó preguntándole a la cajera si sabía por cuanto le podía salir todo. Que cuánto costaba.
La cajera dijo que tenía que pasarlo por caja, y la señora me miró con cara de pena.
Yo, como un buen cabrón, miré para otro lado para evitar cualquier contacto visual, y finalmente la señora me golpeó el hombro y me dijo:
-Oye hijo. ¿Te importa que pase un momento para ver cuánto cuesta todo esto?
Como si yo estuviera haciendo la cola para bailar con la cajera, no te jode.
-Pase anda, pase.
Tengo que reconocer que puse mala cara, pero fue sobre todo por el hecho de que la señora hubiera estado un rato tanteándome y dándome pena, cargando con la caja de galletas para cagar con un único propósito, el de colarse.
Bueno, cuál fue mi sorpresa cuando paso mi compra, y me faltan 20 céntimos a la hora de pagar.
Miro a la cara a la cajera, pero la tía se niega a hacerme el favor. Así que tengo que elegir algo de lo que puedo prescindir.
Lo malo de todo esto es que mi compra era un paquete de espaguetis y un bote de tomate. Vamos, que o me comía los espaguetis secos, o me bebía el brick de tomate.
De repente, como salida del cielo, llegó la señora cagona, que al parecer se había enterado de mi problema.
¿Qué pasaría si os contara que se echó unas risas a mi costa y se fue con su caja de galletas?
Eso estaría muy en mi línea de acontecimientos, pero no.
La señora empezó a buscar en la cartera 20 céntimos mientras me daba las gracias una y otra vez por haberla dejado pasar.
Yo me sentí como una verdadera mierda por haber pensado cosas fatales de la pobre señora y empecé a decirle que no importaba, que por favor guardase su dinero.
La verdad es que hubiera preferido no comer antes que aceptar los inmerecidos 20 céntimos...
La mujer le dio el dinero a la cajera y una vez más me sonrió, me dio las gracias, y se fue.
Odio las historias con moraleja, y creo que es la primera entrada de este blog que la tiene.
La moraleja es:
"No es necesario ir con dinero al supermercado siempre que seas simpático y educado con todos los que te rodean." *
*Broma