lunes, 1 de agosto de 2011

Fobias

Anoche tuve una pesadilla:


Me quedaba encerrado con "T" en un ascensor. De repente se puso todo oscuro y el ascensor empezó a caer a una velocidad acojonante.
En el mismo ascensor había una pequeña puertecilla por la que cabía una persona, que curiosamente daba a un campo lleno de cactus, rosales y plantas llenas de púas.
Al final decidí tirarme por la puertecilla y aterricé sobre los matorrales llenos de pinchos, jodiéndome vivo de dolor al aterrizar.

Creo que tengo una fobia extraña a los ascensores. Cuando me monto en uno me agobio un poco y tal, pero no pasa nada. Sin embargo, son para mí como un símbolo de estar aprisionado o algo así. Me ponen enfermo.


Curioso tema el de las fobias.


Hace bastante tiempo me dio una paranoia bastante extraña que consistía en procurar no andar demasiado por la acera.


Esto es de ser imbécil, pero todo tiene su explicación:


De pequeño, yo vivía en un noveno piso, y tenía una obsesión enfermiza por arrojar cosas por el balcón y ver cómo caían. Era un pequeño hijo de puta.

Pues bien, empecé a pensar en esa historia y me di cuenta de la gravedad de la situación: "La gente tira cosas por las ventanas."


Pues nada, al salir de mi casa al día siguiente, no podía evitar ir mirando hacia arriba de vez en cuando, estableciendo un perímetro de seguridad con respecto a las paredes de los edificios y observando las sujecciones de todas las macetas que colgaban de muchos de los balcones.


En cierta manera las fobias nos definen, y éste es mi caso particular, el de un capullo.


Si me paro a analizarlo detenidamente, me doy cuenta de que en parte tengo miedo de mí mismo, por poéticamente absurdo que resulte.


El miedo a que me partan la cabeza con una maceta es mi reacción posterior a haber sido un niño cabrón, y probablemente mi fobia a los ascensores sea una especie de metáfora maligna en cuanto a mis relaciones con las personas y mis propios problemas sociales (eso de quedarse encerrado en un ascensor con varias personas que miran al vacío, me resulta gracioso y horrible a la vez).


Con el tiempo conseguí quitarme el miedo a andar por la acera, pues era bastante probable eso de morir atropellado.
A fin de cuentas, esta vida se resume en elegir entre lo malo y lo que es peor.
 

lunes, 27 de junio de 2011

Enamorarse

Últimamente he estado pensando que sería precioso poder enamorarme de verdad.
Supongo que estaría bien tener a alguien con quien pasear o simplemente tumbarte en la cama para escuchar un poco de música. Tampoco pido demasiado.

No puede ser tan difícil, y sin embargo reconozco que he estado bastante reticente desde hace
algún tiempo a mantener una relación, la mayoría de las veces por alguna gilipollez.

Hace tiempo, estaba tomándome una cerveza con una chica:

-Odio Star Wars. -dijo ella, de repente.
-¿Qué?
-Odio Star Wars. ¿Tú no? Creía que no te gustaba...
-¿De qué estás hablando? ¿Cómo puedes odiar Star Wars?
-Simplemente no me gusta. ¿Has visto las naves? ¡Son falsísimas!
-¿Hablas de la película del 77?
-Sí, sí. Horrible.
-¿Qué película sugieres?
-No sé, me encanta Avatar.

Ese fue el último día que nos vimos. 

sábado, 4 de junio de 2011

Fiesta familiar

Hace poco ha sido la primera comunión de mi hermano pequeño.
Llevaba 10 años más o menos sin pisar una iglesia, así que entré con miedo a que las paredes se pusieran a sangrar y me salieran un par de cuernos. Gracias a dios (nunca mejor dicho) eso no ocurrió, y estuve lo justo y necesario allí dentro.

Ir a la iglesia es lo más parecido a ir al gimnasio que he hecho desde hace mucho tiempo. Para empezar, me moría de calor con el traje y no paraba de sudar. Esto sería el equivalente a una sauna, vamos.
Para seguir, el cura no paraba de hacer gestitos cada dos por tres para que nos levantáramos y nos sentáramos. Oiga, ¿para qué coño están los bancos? ¿Se trata de un programa especial para compaginar religión y ejercicio?

Otra cosa que me llamó la atención fue que siempre había alguien un poco perdido, mirando a los demás a ver si estaba haciendo lo correcto o si debía sentarse o levantarse (yo el primero, por supuesto).
En una ocasión, el cura dijo algo de darse las manos. Y eso ya fue el caos. Unas filas cogidas de las manos, otras mirando qué hacer...
Un señor vio que la mayoría no estaba de la mano y se la soltó al de al lado. El tipo pensaría:

"A tomar por culo, si el cura no lo dice, ¿para qué coño le voy a coger la mano a éste?"

Hilarante.


Hubo un momento realmente incómodo para mí.
Yo me había distraído mirando hacia el techo un momento, y para cuando volví en mí estaba todo el mundo dándose besos y diciendo: "La paz sea contigo."
A mi izquierda había un señor que no conocía de nada y se me quedó mirando.

-¿Es realmente necesario? - le pregunté.

El señor negó con la cabeza y miró hacia delante.


Por supuesto, yo no era el único que tenía interés por que acabara la misa. Hubo "familiares" (entre comillas porque no estoy al cien por cien seguro de que compartamos un solo gen) que aparecieron directamente en el banquete. Esto es, sin duda, una postura inteligente. Me imagino que algunos se habían metido demasiado en el papel religioso... En el papel de Judas, por supuesto.
Bueno, dejémonos de chistes religiosos, que ni siquiera a mí me hacen puta gracia.

Estoy sentado por fin en la mesa del número que me han asignado. En la lista de invitados (visible para todo el mundo) leo mi nombre en primer lugar. Pone "Antoñito".
Mi padre me dijo que me iban a sentar con un montón de chicas guapas y despampanantes, y en la lista pone "Antoñito". Una broma pesada, imagino.

Aquí entran en juego algunos de los puntos bonitos que tienen este tipo de celebraciones (no hablo de la barra libre).
Cuando se sienta todo el mundo en la mesa, me doy cuenta de que más o menos conozco a todos. Pero a la mayoría (todas chicas) hacía 10 años que no las veía, porque son de Sevilla y no nos vemos nunca. Para mi sorpresa estaban muy crecidas. Y no sólo ellas, también las chicas.

Me senté en la mesa entre uno de mis primos y mi hermano, y empezamos a beber.
No paraban de traer vinos y jarras de cerveza y tinto, así que a partir de aquí mis ánimos empezaron a cambiar, por no decir otra cosa.

Al rato se me acercó una amiga de mi padre, diciéndome que me fijara en su hija y que hablara con ella.
Le dije que sí para que se callara (espero que no lea esto), y seguí a mi rollo.

Al cabo del rato volvió a aparecer, y no sólo una vez, sino varias. Su hija, de unos 15 años, no paraba de mirarme sonriendo y la situación estaba empezando a incomodarme un poco.

-¿Te has fijado en las pechugas que trae?- me decía.

-Eh... No, no. La verdad es que con las prisas no me ha dado tiempo a detenerme.
-Pero qué soso eres, de verdad. Con lo guapa que viene mi hija...
-Tiene 15 años, pero que si quieres me la follo aquí mismo. ¿No te jode?
 
Lo último no lo dije.
 
En fin, el resto del día fue genial, para qué mentir. Me lo pasé muy bien, estuve con mucha gente, incluyendo primas lejanas con las que no guardo parentesco alguno.
Me resulta gracioso ver cómo una fiesta religiosa de este tipo puede llegar a convertirse en una orgía.

-¡Hasta luego! -me despedí de las chicas.
-¡Adiós, Antoñito!




martes, 10 de mayo de 2011

En la cola

Estoy buscando una manera agradable y poco ofensiva de empezar esta entrada, pero es complicado.

Por desgracia, viajo bastante en tren, y últimamente tengo que imprimir los billetes del tren en la misma estación, porque me he quedado sin tinta en la impresora y los cartuchos son un puto robo.
Total, que para imprimir el billete suelo tener que hacer cola en la ventanilla de la estación (y esto implica tener que salir 30 minutos antes). Pues nada, que todos los fines de semana la misma historia.

Me pongo en la cola, con mi billete previamente reservado y el código escrito en un papelito, para nada más llegar mi turno, entregar el papel y decir: "Para imprimir el billete, por favor."

Los demás, por regla general, hacen todo lo posible por sacarme de quicio.
Como cojo el tren los domingos a más o menos la última hora, casi siempre hay un cartel pegado en el cristal de la ventanilla de manera visible, que dice: "BILLETES CÁDIZ-SEVILLA AGOTADOS"
Bien, pues hay una persona discutiendo con el encargado:

-¡Pues tengo que coger el tren! ¿De verdad que no quedan billetes? ¿Ni el siguiente? ¿Qué hago?
-No, de verdad que no. No hay más. Cómprelo para mañana.

Mientras tanto, los que están detrás del individuo en cuestión, se quejan:

-Joder con este tío. ¡Que es para hoy! ¡Venga!

Porque claro, en lugar de escuchar el problema del otro y estar atento por si te concierne, es mejor dar por culo.
Y sí, cuando le llega el turno al siguiente, que ha estado rajando del anterior, se dedica a hacer el capullo de la misma manera:

-Jooo... ¿De verdad que no quedan? ¿Y yo que hago ahora? Me están esperando en Sevilla...

Y para colmo alguna que otra señora se apoya sobre el marco de la ventanilla, intentando dar pena o no sé qué.

¿Tan difícil es hacer las cosas bien? Luego nos quejamos de la administración.

Las colas tienen la habilidad de sacar a la luz nuestro instinto asesino.
Me hace mucha gracia cuando alguna vez se me cae algo y tengo que moverme un poco. Cómo la gente mira con caras que son una mezcla entre desesperación y violencia.
Digo yo que podrían disimular un poco sus deseos de que te vayas.

Lo mejor es cuando te encuentras con un amigo que está más adelantado en la cola y te paras un rato a charlar. Para cuando te has dado cuenta, ya están todos los de detrás planeando cómo asesinarte o algo peor.

De todas maneras, es cierto que hay mucha cara dura suelta. Hace poco me pasó algo extraño en el supermercado.

Estaba haciendo la compra, dispuesto a pagar en caja ya, cuando llega una señora con una caja entera de barritas para cagar o algo así. Mi teoría es que llevaba unos cuantos días estreñida y necesitaba desatascarse el recto.

La señora se puso a mi lado. Estaba nerviosa, agitada, con ganas de cagar (me imagino), y yo le veía las intenciones.
Empezó preguntándole a la cajera si sabía por cuanto le podía salir todo. Que cuánto costaba.
La cajera dijo que tenía que pasarlo por caja, y la señora me miró con cara de pena.
Yo, como un buen cabrón, miré para otro lado para evitar cualquier contacto visual, y finalmente la señora me golpeó el hombro y me dijo:

-Oye hijo. ¿Te importa que pase un momento para ver cuánto cuesta todo esto?

Como si yo estuviera haciendo la cola para bailar con la cajera, no te jode.

-Pase anda, pase.

Tengo que reconocer que puse mala cara, pero fue sobre todo por el hecho de que la señora hubiera estado un rato tanteándome y dándome pena, cargando con la caja de galletas para cagar con un único propósito, el de colarse.

Bueno, cuál fue mi sorpresa cuando paso mi compra, y me faltan 20 céntimos a la hora de pagar.
Miro a la cara a la cajera, pero la tía se niega a hacerme el favor. Así que tengo que elegir algo de lo que puedo prescindir.
Lo malo de todo esto es que mi compra era un paquete de espaguetis y un bote de tomate. Vamos, que o me comía los espaguetis secos, o me bebía el brick de tomate.

De repente, como salida del cielo, llegó la señora cagona, que al parecer se había enterado de mi problema.
¿Qué pasaría si os contara que se echó unas risas a mi costa y se fue con su caja de galletas?
Eso estaría muy en mi línea de acontecimientos, pero no.

La señora empezó a buscar en la cartera 20 céntimos mientras me daba las gracias una y otra vez por haberla dejado pasar.
Yo me sentí como una verdadera mierda por haber pensado cosas fatales de la pobre señora y empecé a decirle que no importaba, que por favor guardase su dinero.
La verdad es que hubiera preferido no comer antes que aceptar los inmerecidos 20 céntimos...
La mujer le dio el dinero a la cajera y una vez más me sonrió, me dio las gracias, y se fue.

Odio las historias con moraleja, y creo que es la primera entrada de este blog que la tiene.

La moraleja es:

"No es necesario ir con dinero al supermercado siempre que seas simpático y educado con todos los que te rodean." *


*Broma

domingo, 24 de abril de 2011

El regreso

¡Hola a todos otra vez!

No, no me había suicidado.
He estado bastante ocupado sin hacer absolutamente nada, así que he dejado un poquito abandonado esto del blog.
Ahora que caigo, ésta es la primera entrada que escribo en el 2011.
Pensé en escribir algo acerca de las típicas cenas navideñas familiares de mi casa en su momento, pero las Navidades ya son lo suficientemente deprimentes como para hacer eso.

Ayer salí a tomar algo con unos amigos, y me encontré con un colega que sigue el blog, y que por cierto dice ser un gran admirador mío (gracias, G).
Me preguntó por el blog y por mis cortos y demás, y al decirle que no había nada nuevo desde hacía muchísimo tiempo, me dijo algo así como que yo no tengo que ser feliz.
Según él, tengo que estar deprimido siempre para escribir mis desgracias en el blog o plasmarlas en los cortos, todo para que los demás puedan reírse.

Todo esto me resulta muy gracioso, porque sin duda yo soy el primero en reírse de mis problemas. Creo que es lo que todos debemos hacer.

Imagino que habéis notado cierto cambio en el diseño. Adiós a esa cabecera horrible de Woody Allen.
Por cierto, vi en el cine "Conocerás al hombre de tus sueños", y la verdad es que me decepcionó un poco... Sin embargo, hará un par de días tuve la ocasión de ver "La última noche de Boris Grushenko", y me pareció una obra maestra. Era una de las pocas pelis antiguas de Allen que me quedaba por ver.

También ha cambiado la dirección del blog, lo digo para que no os hagaís un lío. Ahora no es "aclockwork...blogspot.com", como habéis podido comprobar, así que ya podéis cambiarlo en la barra de favoritos.

Mi idea es ir actualizando al menos una vez al mes, para no perder la costumbre.

Por ahora eso es todo.

¡Un saludo a todos!