Lo que pasa por mi cabeza es propio de sociópatas, así que tampoco os pido una interpretación exhaustiva de los hechos. Son cosas que pienso y punto.
Lo cierto es que todas las mañanas prefiero subir 4 tramos de escaleras en mi facultad antes que (a hora punta) tener que encontrarme en los ascensores con gente que realmente odio encontrarme.
Eso va por los típicos compañeros del año pasado, con los que coincidía en un par de clases a la semana. Me los cruzo por la facultad y me abrazan, me torturan a base de palmaditas e incluso me abrasan con conversaciones estúpidas y sin sentido.
Va también por las típicas tías que conozco de mi ciudad y que ahora estudian en Sevilla también. Sé que no me soportan, y me importa una mierda que no me saluden. De hecho prefiero que no me saluden.
Seguro que alguna de vosotras está leyendo esto ahora mismo, así que os propongo que os pongaís de acuerdo en eso de saludarme. O me saludaís siempre, o no me saludaís nunca. Que no dependa del estado de ánimo de vuestro coño, porque me haceís un lío.
Cuando me cruzo con vosotras (y digo vosotras porque solo me ocurre con vosotras) no sé si vais a querer saludarme o vais a preferir escupirme en la cara. Y claro, yo como un imbécil empiezo a hacer gestos con la cara y a torcer el cuello para devolveros el gestito oportuno.
Que os follen.
Ya ha pasado que me he visto encerrado en el ascensor con el típico o la típica. Y hemos estado mirando al techo los dos pensando:
"Saludo o no saludo... ¿Debería hacerle un gestito con la cabeza?"
Pues no. A partir de ahora he decidido que prefiero vivir en la oscuridad. Alejado de los ascensores. Y si os veo por las escaleras...
Mierda, esto no tiene sentido.

Antonio Pérez